sábado, 31 de octubre de 2009

La isla bajo el mar

´Cayeron abrazados sobre el colchón, pasado a humedad y abandono, y se amaron en la oscuridad, en total silencio, sofocados de palabras mudas y gritos de placer que se deshacían en suspiros. Mientras estuvieron separados, él se había desahogado con otras mujeres, pero no había logrado aplacar su apetito de amor insatisfecho. La recordaba alta, abundante, generosa. Ella se volvía espuma debajo de él. En la zozobra y la voracidad del amor tan largamente contenido no alcanzó a penetrarla y en un instante se le fue la vida en un solo estallido. Se hundió en el vacío, hasta que su aliento hirviente en el oído lo trajo de vuelta al cuarto. Ella lo arrulló, dándole golpecitos en la espalda, y cuando sintió que empezaba a renacer lo volteó en la cama, inmovilizándolo con una mano en el vientre, mientras con la otra y sus labios mórbidos y su lengua hambrienta lo masajeaba y lo chupaba, elevándolo al firmamento, donde se perdió en las estrellas fugaces del amor imaginado en cada instante de reposo y en cada pausa de las batallas y en cada amanecer brumoso. Incapaz de sujetarse por más tiempo, el muchacho la levantó por la cintura y ella lo montó a horcajadas, ensartándose en ese miembro quemante que tanto había anhelado, inclinándose para cubrirle de besos la cara, lamerle las orejas, acariciarlo con sus pezones, columpiarse en sus caderas atolondradas, estrujarlos en sus muslos de amazona, ondulando como un anguila en el fondo arenoso del mar. Retozaron como si fuera la primera y última vez, inventando pasos nuevos de una danza antigua. El aire del cuarto se saturó con la fragancia de semen y sudor, con la violencia prudente del placer y los desgarros del amor, con quejidos ahogados, risas calladas, embistes desesperados y jadeos de moribundo que al instante se convertían en besos alegres. Tal vez no hicieron nada que no hubieran hecho con otros, pero es muy distinto hacer el amor amando´.

Ojalá lo hubiera escrito yo, pero no. Lo escribió la chilena Isabel después de escribir tantas otras cosas que me partieron la cabeza durante mi adolescencia. Pero lo leo aunque no lo haya escrito, y lo comparto con ustedes: el amor de Zarité y Gambo. Espero que todos hayan tenido uno de éstos.

2 comentarios:

Nico Carletti dijo...

Quema...

Los Emigrados dijo...

Cómo son las cosas.

Te mando un abrazo grande.

Mati.