Mi abuela se ríe a carcajadas de felicidad cuando le digo que lo que más me gusta del periodismo es que me siento una nena jugando. Dice que la hago feliz (o algo así). Y es la verdad, che. Yo salgo de TEA y estoy satisfecha. Por más que hagamos algo tranquilo, un simple debate, un informe de radio, o empecemos a familiarizarnos con las cámaras, yo salgo radiante.
Siento que estoy jugando como cuando era chica. Como los nenes juegan en el Abasto a ser grandes. Sin perder ese cosquilleo, esa cosa de vivir en una nube de pedo, más allá del bien y del mal. Por sobre todas las cosas, divirtiéndome. Es así de simple, me cago de risa.
Cursaría más horas aunque volviera muerta de cansancio. Cursaría más días, si me dieran a elegir. No es que no le encuentre falencias a la escuela, al contrario, tengo varias críticas. Pero haberle pegado en la elección de mi carrera y saber qué es lo que quiero hacer para siempre, me tiene de la cabeza. En el buen sentido, claro.
Y la cosa es que cuando todos se van temprano, yo me quiero quedar un ratito más hablando de la noticia de último momento, de ediciones y de bioética. Me encanta sentirme nerviosa antes de meterme en el estudio a grabar algo. Disfruto de todos los pequeños detalles y me pongo histérica si no me sale un título. Y los días que me dediqué a algo relacionado con el periodismo durante horas y horas, volví a mi casa con el corazón contento.
Como cuando las princesitas hacen que están en un programa de tele. Yo quiero correr para siempre por toda la redacción con algo para imprimir porque no me queda tiempo. Quiero tener códigos con la gente que siente lo mismo que yo. Y que mis amigas me pidan que explique con palitos algún tema de actualidad que no entienden y me hagan sentir que sé del tema.
Ahora resulta que tuve la tremenda suerte de que los planetas se alinearan para que yo consiga una pasantía. Y ahí estoy, haciendo más de lo que me gusta, por más tiempo, ¡y encima me pagan! No es la gran cosa, pero no puedo creer que uno pueda disfrutar de esta manera algo que para tanta gente es una obligación. Ahí adentro, además, conocí gente genial.
Se están dando las cosas de a poco. Mi abuela y yo, las dos, felices. Y desde hace un tiempito, vivo absolutamente de buen humor. Definitivamente, éste es un bello abril.
martes, 15 de abril de 2008
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2 comentarios:
Ni lo corregí, volví a casa y me senté a escribir eso. Fue una descarga verborrágica de felicidad.
Eres muy joven para ser tan feliz! Cómo lo haces? jajaja!!. No, en serio, con esa pasión que expresas por las cosas que haces va a irte bien en la vida, seguro. Suerte!
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